-Oscar Sierra Quintero©
Lo extraordinario y poco
común es la existencia en nuestra galaxia de estrellas solitarias, como nuestro
viejo y querido Sol. Tanto es así que, por culpa de esta "regla" galáctica
de los soles múltiples y por el hecho de que los científicos se han percatado
de que la Tierra ha sufrido cataclismos recurrentes durante toda su
historia como planeta, con una periodicidad asombrosamente regular (cada 200
millones de años más o menos), los científicos han especulado en la posible existencia
de una compañera del Sol (a la que le han puesto el significativo nombre de "Némesis")
con una órbita tan dilatada en torno a su compañera enana amarilla (esa misma
que nos alumbra cada día) que tardaría 200 millones de años en
recorrerla, lo que vendría a explicar el enigma de los cataclismos periódicos en
esos mismos lapsos de tiempo, ya que al acercarse Némesis al Sol
en cada cierre de su ciclo orbital, perturbaría a la llamada "Nube de Oort";
una especie de mega-burbuja que rodea al sistema solar a una distancia de un
año luz (o sea, cientos de miles de veces más allá de la órbita de
Plutón); burbuja conformada por miles de millones de cometas y residuos de la
formación del sistema solar que se encuentran ahí, mas o menos tranquilos
y relativamente estáticos, orbitando al sol central sin acercarse mucho a
los planetas del sistema.
Al acercarse Némesis al sistema solar en su
perihelio, a una distancia promedio de año y medio luz (según estiman los teóricos
de la teoría de la “compañera desconocida del Sol”), su fuerte campo
gravitacional vendría a perturbar a la millonada de cometas de la nube de
Oort. Por culpa de esta "onda de choque gravitacional", muchos miles de
estos cometas saldrían disparados en dirección al interior del sistema solar y
entonces aquí viene el acabose. Los planetas gigantes gaseosos (Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno) que normalmente sirven de “escudo” a los planetas
pequeños y rocosos ubicados en el interior del sistema solar (como ya vimos en
el caso del comenta Shoemaker-Levy que chocó contra Júpiter en el año 1995)
esta vez no pueden detener la masiva avalancha de cometas lanzados por Némesis
desde la nube de Oort y entonces, una furiosa perdigonada cae sobre la
superficie de los planetas menores. Y el nuestro, al ser el más grande y masivo
de este grupo de cuatro pequeñines, debe recibir entonces la peor parte de este
furioso ataque (al menos que la Luna detenga un porcentaje de esta carga de
fusilería cósmica en contra de nuestro mundo). Y es obvio que, tras una masiva caída
de meteoros de especial tamaño sobre la superficie de la Tierra, vendrían a
producir un cataclismo ecológico, climático y geológico que acabaría con la
mayor parte de las especies vivientes, como ha ocurrido ya cerca de 9 veces en
toda la historia de nuestro planeta, en una de las cuales (y no precisamente
cuando la extinción de los dinosaurios) la vida se extinguió hasta en un ¡98%!
lo que deja ver de paso, que el impulso
vital de nuestra sufrida Tierra posee una asombrosa capacidad de recuperación.
Para concluir y volviendo al punto de los
“sistemas estelares múltiples” éstos son tan comunes en esta galaxia y las
demás, que en películas de ciencia ficción (como “La guerra de las Galaxias”) se
ambientan con dos o tres soles los cielos de planetas ubicados en otros lugares
de la galaxia distintos a nuestro sistema solar.
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