martes, 14 de febrero de 2017

Los sistemas estelares múltiples y Némesis, la supuesta compañera del sol.


-Oscar Sierra Quintero©

  Lo extraordinario y poco común es la existencia en nuestra galaxia de estrellas solitarias, como nuestro viejo y querido Sol. Tanto es así que, por culpa de esta "regla" galáctica de los soles múltiples y por el hecho de que los científicos se han percatado de que la Tierra ha  sufrido cataclismos recurrentes durante toda su historia como planeta, con una periodicidad asombrosamente regular (cada 200 millones de años más o menos), los científicos han especulado en la posible existencia de una compañera del Sol (a la que le han puesto el significativo nombre de "Némesis") con una órbita tan dilatada en torno a su compañera enana amarilla (esa misma que nos alumbra cada día) que tardaría 200 millones  de años en recorrerla, lo que vendría a explicar el enigma de los cataclismos periódicos en esos mismos lapsos de tiempo, ya que al acercarse Némesis al Sol en cada cierre de su ciclo orbital, perturbaría a la llamada "Nube de Oort"; una especie de mega-burbuja que rodea al sistema solar a una distancia de un año luz (o sea, cientos de miles de  veces más allá de la órbita de Plutón); burbuja conformada por miles de millones de cometas y residuos de la formación del sistema solar que se encuentran ahí, mas  o menos tranquilos y relativamente estáticos, orbitando al sol central sin acercarse mucho a los planetas del sistema.

  Al acercarse Némesis al sistema solar en su perihelio, a una distancia promedio de año y medio luz (según estiman los teóricos de la teoría de la “compañera desconocida del Sol”), su fuerte campo gravitacional vendría a perturbar a la millonada de cometas de la nube de Oort. Por culpa de esta "onda de choque gravitacional", muchos miles de estos cometas saldrían disparados en dirección al interior del sistema solar y entonces aquí viene el acabose. Los planetas gigantes gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) que normalmente sirven de “escudo” a los planetas pequeños y rocosos ubicados en el interior del sistema solar (como ya vimos en el caso del comenta Shoemaker-Levy que chocó contra Júpiter en el año 1995) esta vez no pueden detener la masiva avalancha de cometas lanzados por Némesis desde la nube de Oort y entonces, una furiosa perdigonada cae sobre la superficie de los planetas menores. Y el nuestro, al ser el más grande y masivo de este grupo de cuatro pequeñines, debe recibir entonces la peor parte de este furioso ataque (al menos que la Luna detenga un porcentaje de esta carga de fusilería cósmica en contra de nuestro mundo). Y es obvio que, tras una masiva caída de meteoros de especial tamaño sobre la superficie de la Tierra, vendrían a producir un cataclismo ecológico, climático y geológico que acabaría con la mayor parte de las especies vivientes, como ha ocurrido ya cerca de 9 veces en toda la historia de nuestro planeta, en una de las cuales (y no precisamente cuando la extinción de los dinosaurios) la vida se extinguió hasta en un ¡98%! lo que deja ver  de paso, que el impulso vital de nuestra sufrida Tierra posee una asombrosa capacidad de recuperación.

  Para concluir y volviendo al punto de los “sistemas estelares múltiples” éstos son tan comunes en esta galaxia y las demás, que en películas de ciencia ficción (como “La guerra de las Galaxias”) se ambientan con dos o tres soles los cielos de planetas ubicados en otros lugares de la galaxia distintos a nuestro sistema solar.

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